Todos hemos oído que “es mejor prevenir que curar”, y en ortodoncia ocurre lo mismo: la prevención siempre resulta más fácil y con menor coste económico y biológico para el paciente, que tratar.
Hay ciertos problemas orales que tienen un origen genético o hereditario, y, por lo tanto, no se podrán prevenir, pero sí es verdad que una detección precoz y un tratamiento temprano permitirá solucionar el problema de un modo más sencillo que si se espera a la edad adulta.
Para mantener una buena salud oral es muy importante una buena higiene oral y acudir a las revisiones periódicas con el dentista (idealmente 2 veces al año) para que, si hay cualquier patología pueda tratarse de forma temprana y también para evitar la aparición de otras. La odontología preventiva también puede servir para la instauración y el refuerzo de unos buenos hábitos de higiene oral, la detección precoz de lesiones susceptibles de malignización, etc.
Otro factor a tener en cuenta es que la lactancia materna contribuye a que la boca del bebé se desarrolle adecuadamente. Está demostrado que los bebés que se han alimentado mediante el pecho tienen menos probabilidades de tener discrepancias en el tamaño de los maxilares que aquellos que fueron alimentados únicamente con biberón. La lactancia materna contribuye a evitar anomalías dentomaxilofaciales y maloclusiones dentales.
Para favorecer un correcto desarrollo orofacial desde la infancia también hay que evitar que los niños tengan una alimentación blanda en exceso. El tipo de alimentación que se les da hoy en día a los niños tiende a ser cada vez más blanda, fácil de tragar y digerir, lo que supone que cada vez mastican menos, encuentran menos resistencia al comer, no ejercitan sus maxilares y por tanto, se les desarrollan menos. Como los huesos dentofaciales son más pequeños, hay menos espacio para albergar las piezas dentales, por eso los dientes tienden a estar cada vez más apiñados y se incrementen las maloclusiones.
Desde la Sociedad Española de Ortodoncia y Ortopedia Dentofacial queremos recordar que también hay malos hábitos que se pueden adquirir y que perjudican la salud oral:
– Rechinar los dientes conscientemente o apretarlos en exceso puede causar dolor de cabeza y fracturas dentarias.
Una de las principales consecuencias del bruxismo es el desgaste del esmalte (lo que, además de crear problemas de salud oral, origina una sensación molesta y hasta dolorosa en la boca) y hasta fractura de piezas. Pero, además puede provocar contracturas musculares en las cervicales, dolores de cabeza, y en la mandíbula.
– Mordisquear objetos (lápices, bolígrafos, tapones de botellas…) puede provocar daños en el esmalte de los dientes, pero, además, al no estar la dentadura hecha para morder esos objetos, puede ejercerse una presión inadecuada que puede fracturarlos e incluso, con el paso del tiempo, puede moverlos.
– Morderse la boca y el interior de las mejillas (dermatofagia) crea llagas e infecciones bucales e infecciones en la mucosa bucal.
– Morderse las uñas (onicofagia): Puede provocar dolor cuando la piel que rodea la uña se inflama y se infecta. En los casos más graves pueden aparecer quistes intraóseos e infección del hueso. Pero, además, suelen tener una mayor presencia de bacterias potencialmente patógenas en la boca como consecuencia de este hábito que incluso puede acarreárles infecciones intestinales, desgaste en el esmalte dental, alteraciones en la mandíbula que pueden producir dolor y problemas al masticar, así como problemas en las encías que pueden acabar provocando gingivitis o enfermedad periodontal.
Pero, además dañar tus dientes (y, si llevas aparato, estropear tu ortodoncia), a la larga puede dañar la articulación temporomandibular, y, si ese hábito se tiene durante la infancia, incluso cambiar el plano oclusal.
–Chuparse el dedo o llevar chupete más allá de los 2 años. Aunque el chupete es muy útil cuando son bebés, (les ayuda a conciliar el sueño y a calmarse cuando lloran, reduce la incidencia de la muerte súbita, entre otros beneficios) y es menos perjudicial que el hábito de chuparse el dedo es importante retirárselo en torno al año porque su uso prolongado en el tiempo puede provocar malformaciones en la boca de los niños. En cambio, si se abandona antes de cumplir los dos años, sus perjuicios sobre la dentición son reversibles.
Pero, lo más importante es acudir a revisión ortodóncica, porque, aunque hay patologías que son obvias a simple vista, como el apiñamiento dental o algunas deformidades, hay otras que sólo puede diagnosticarlas un profesional.
Es fundamental poder realizar una detección precoz que, en caso de que haya una patología, se pueda hacer un tratamiento temprano que evite que el problema vaya a más.
Tal y como aconsejamos desde la SEDO, los niños deben acudir a los 6 años a revisión ortodóncica para cerciorarse de que el desarrollo de la boca se está haciendo adecuadamente y, de no ser así, poder tratarlo con ortopedia dentofacial de forma temprana, que resulta mucho más fácil y rápido, pero solo puede hacerse en esa etapa del crecimiento. Algunos problemas de maloclusión, si se espera a la edad adulta para tratarlos pueden necesitar incluso cirugía ortognática.
En el caso de los adultos, si se sospecha que se puede tener algún problema, o si el dentista recomienda visitar a un ortodoncista, es mejor hacerlo cuanto antes. El mal alineamiento y encaje de los dientes puede llegar a originar problemas en la mordida, las encías, la articulación temporomandibular… pero también puede afectar al desarrollo del habla, la deglución o el aspecto facial.
Fuente: SEDO.